José Luis Cabrera, consejero voluntario de la Fundación Somos Naturaleza I 14/08/2023
Llegan los meses de verano.
Los días se alargan, el calor aprieta, los estudiantes acaban las clases, el cansancio acumulado del trabajo continuado durante todo el año va pesando, y comenzamos la cuenta atrás para disfrutar de nuestras deseadas y merecidas vacaciones.
“¿Playa? ¿Montaña? ¿Quizás un viaje por el extranjero?” Estas suelen ser las preguntas por responder con la intención de diseñar las mejores vacaciones posibles considerando que tienen que cumplir con las expectativas de todos los miembros de la familia.
Y en estas digresiones nos encontramos, que no se me vaya a olvidar la sombrilla, dónde guardaría el año pasado las gafas de bucear del niño, cómo me bajo de wikiloc la ruta por los Pirineos, cuando….un fugaz pensamiento viene a incomodarnos sin previo aviso. Todo el año intentando respetar el medio que nos rodea: cuidando separar los residuos en casa, caminando para ir a trabajar, comprando productos no envasados en plástico y, de repente, todo esto se puede ir al traste en vacaciones.
Tratamos de justificarnos diciendo que el turismo es una fuente de riqueza económica y que contribuye al desarrollo de los países. Que viajar es una actividad recomendable ya que nos permite conocer otras gentes, otros lugares y otras formas de ver y entender la vida, es decir, nos ayuda a ser más tolerantes. También nos decimos que tenemos derecho a nuestras vacaciones y que no vamos a ser nosotros los culpables de la emergencia climática.
Y todo esto es cierto y únicamente faltaría que irnos de vacaciones no sólo no nos liberara del estrés habitual, sino que, encima, nos produjera ecoansiedad.
Así que ¿cómo resolver este dilema? Sabido es que el turismo supone para nuestro país aproximadamente un 12% del PIB. Naciones Unidas, a través de la Organización Mundial del Turismo, estima que la actividad turística supone una gran oportunidad y tiene un gran potencial para ayudar al crecimiento económico mundial.
¿Entonces? Tratemos de viajar y disfrutar de nuestro tiempo libre tratando de perjudicar lo menos posible los lugares que visitamos. Intentemos ser responsables en nuestros destinos fomentando la economía local, respetando las tradiciones del lugar y consumiendo con responsabilidad. Pero también, trascendiendo de lo individual a lo colectivo, adoptando una actitud de exigencia estricta a aquellos que se benefician de esta actividad de forma directa y tienen la capacidad económica y los medios para establecer medidas correctoras. En nuestra mano está promover que los grandes operadores turísticos, líneas aéreas, grandes cadenas hoteleras o navieras adopten políticas reales de disminución de impacto ambiental y de mitigación del mismo mediante políticas de compensación.
Queremos disfrutar de nuestras vacaciones y queremos hacerlo sin causar perjuicio a nuestro planeta. Es importante que nos faciliten el poder hacerlo de una manera sostenible. Nosotros ponemos las ganas, otros tienen que poner los medios.