Un huerto escolar, aunque no lo parezca a simple vista, es una herramienta muy poderosa que aportar entre otros, los siguientes beneficios en el desarrollo de los niños y niñas:
- Aprendizaje experiencial: además de conocer el funcionamiento de los huertos escolares, por medio de las diversas actividades desarrolladas en ellos, estos se convierten en un lugar de aprendizaje donde crear su propio conocimiento. Los alumnos experimentan con elementos que les permiten conocer la interrelación entre protección del medio ambiente, cambio climático, agricultura, nutrición y salud.
- Mejora de sus hábitos alimenticios: las niñas y niños aprenden a consumir alimentos más sanos, principalmente vegetales y de proximidad. El contacto con la tierra y el trabajar en un proceso libre de aditivos y químicos artificiales dañinos para el organismo permite a los jóvenes valorar las bondades de la agricultura ecológica, los alimentos locales y el efecto de la alimentación en la salud y la huella de carbono.
- Recreación: los espacios fuera del aula al aire libre siempre serán un lugar muy apropiado para dotar de conocimientos a las generaciones futuras, y en especial si se utilizan herramientas didácticas y estrategias motivadoras que promuevan la creatividad en los niños. Cambiar paredes, puertas y ventanas características de un aula tradicional, por flores, árboles, aire libre y sol es una herramienta innovadora que muchas escuelas están desarrollando para cambiar la educación tradicional.
- Desarrollo de habilidades sociales y artísticas: un huerto escolar es el medio óptimo donde desarrollar las llamadas soft skills, pues favorece las relaciones del colectivo versus el individuo, así como aptitudes artísticas -pues prima el trabajo con las manos frente a las actividades mentales intelectuale- y la sensibilidad por el cuidado del medioambiente.
No olvidemos que los niños de hoy serán los consumidores y empresarios del mañana.
¿Qué requisitos debe cumplir un huerto escolar para convertirse en una herramienta educativa?
Los huertos escolares, también llamados laboratorios vivos y dinámicos, son instrumentos efectivos para que las niñas y niños aprendan a cuidar su ecosistema y su alimentación. Pero para que un huerto escolar cumpla con fines pedagógicos, éste debe tener los siguientes objetivos:
– Que los estudiantes aprendan a cultivar, cosechar, conservar y preparar los alimentos de forma sostenible y saludable.
– Que las especies seleccionadas para el cultivo sean semillas autóctonas y/o plantas susceptibles de mejorar la alimentación.
– Que el aprendizaje sea práctico y participativo, para que las niñas y niños puedan incorporarlas a la vida cotidiana, logrando así un cambio en el estilo de vida hacia uno más saludable y sostenible, un modelo donde las personas y la naturaleza estén en el centro.
La importancia de los proyectos de huertos escolares va mucho más allá de permitir que los alumnos observen cómo es la evolución de las plantas y de los alimentos que provienen de la tierra. La inclusión de estos conocimientos dentro del currículo académico forma parte de la construcción de una ciudadanía responsable con su entorno y, en definitiva, de un municipio más coherente con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030.
La Fundación Somos Naturaleza está especializada en construir y gestionar programas de huertos escolares. Ahora mismo está ejecutando varios de ellos en los municipios de Montilla y Fernán Núñez gracias a la cofinanciación de sus respectivos Ayuntamiento.