Coordinadora Comercio Justo | 29-05-2023
Muchas personas somos conscientes del impacto que nuestras compras, nuestro consumo provoca en el medio ambiente y a nivel social, económico o humano. Pero, inmersas como estamos en nuestras ocupaciones y preocupaciones del día a día, es posible que no caigamos en la cuenta de los efectos que generan productos tan cotidianos como el café, el azúcar, el té, el chocolate o la ropa que nos ponemos.
Todos ellos son productos que mueven industrias millonarias (el café genera cada año 200.000 millones de dólares), y cuyos mayores ingresos quedan en manos de muy pocas empresas multinacionales radicadas en el “norte” global. Mientras, en el otro extremo de su larga cadena de producción, se encuentran millones de personas que reciben una parte mínima de esos ingresos, y en su mayoría viven en la pobreza.
Por seguir con el ejemplo del café, en Uganda, los campesinos y las campesinas reciben el 6% del precio final del producto, mientras que la empresa multinacional recibe el 50%. Algo similar ocurre en el cacao: en los dos principales países productores, Ghana y Costa de Marfil, las familias cacaocultoras reciben un 40% menos del precio que deberían cobrar para poder cubrir costes y tener una vida digna.
La explotación laboral infantil es otra de las problemáticas comunes a estos productos. En las plantaciones de cacao, solo en esos dos países, más de 1,5 de menores trabajan haciendo tareas peligrosas como manipular químicos o usar machetes.
En el caso del té o la caña de azúcar (también llamada “planta de la miseria”, por algo será…), su cultivo esconden situaciones de semiesclavitud heredadas de los periodos coloniales. En las plantaciones de té, la mayoría de sus trabajadores y trabajadoras descienden de familias campesinas pobres que fueron reclutadas como esclavas hace más de 150 años. Su salario medio en India es de menos de la mitad del salario mínimo de un trabajador agrícola no cualificado.
Además del impacto social y humano, las consecuencias ambientales de estos productos tan cotidianos son de enorme gravedad. La industria textil es la segunda más contaminante tras el petróleo. Otros estudios recientes han concluido que la superficie de bosque natural en Ghana y Costa de Marfil ha disminuido en más del 70% en las últimas tres décadas, debido al cultivo de cacao.
Ante todo ello, recordamos que hay alternativas de consumo responsable, como el Comercio Justo. Este movimiento, que nació en los años 60, hoy está presente en más de 70 países. Se basa en 10 principios que avalan elrespeto a los derechos laborales y humanos, salarios y condiciones dignas, prohíben la explotación infantil, apuestan por la igualdad de género y son producidos con técnicas respetuosas con la tierra y el entorno natural. No es casualidad que el café, el cacao, el azúcar, el té o la ropa sean sus productos más significativos.
Por eso, podemos decir que los productos de Comercio Justo “sientan bien a todo el mundo” (www.lesientabienatodoelmundo.org) y así recordar que consumiendo estos productos contribuimos a una vida digna para millones de personas y al cuidado del único planeta que tenemos.