Juan José de la Torre Arroyo, estudiante de Ciencias Ambientales (UCO) I 21/08/2023
El cambio climático se ha convertido en uno de los mayores desafíos del siglo XXI.
Sus efectos ya se hacen sentir en diferentes aspectos de la vida humana, y uno de los sectores más afectados es la agricultura. El aumento de las temperaturas globales, cambios en los patrones de precipitación y eventos climáticos extremos están impactando negativamente en la producción agrícola, en la reducción de cosechas en diversas regiones del mundo.
En Norteamérica por ejemplo se está produciendo un fenómeno conocido como “la corriente de chorro” con consecuencias directas en el detrimento de los rendimientos agrícolas.
En ocasiones se subestiman estos efectos y sus causas, aunque desde las Naciones Unidas nos advierten que, de continuar así, la hambruna en el mundo afectará a más de 80 millones de personas a mediados de siglo.
Si a esto le sumamos el hecho de que la población mundial va aumentando a un ritmo exponencial, podemos deducir que nos encontramos ante un grave problema ¿cómo alimentar a esta población sin incrementar aún más la huella de carbono que tan perniciosas consecuencias tiene sobre la agricultura?
Actualmente una de las consecuencias de dicha escasez es la inflación o el incremento constante de los precios en los mercados de los alimentos, lo que provoca que cada vez más personas no tengan acceso a algo tan indispensable como es la comida.
Por ello, reivindicamos que un derecho fundamental no se pueda convertir en mercancía para especular, o que su función principal sea el beneficio económico de los fondos de inversión o de los propietarios de grandes extensiones.
A través de la soberanía alimentaria se busca garantizar que todas las personas tengan acceso a alimentos saludables y nutritivos, independientemente de su situación económica.
Pero no todo son malas noticias, pues están surgiendo muchas iniciativas innovadoras en pro de una agricultura más sostenible y regenerativa, dónde se logre el equilibrio entre la seguridad alimentaria y la lucha contra el efecto invernadero:
– Producir más con menos impacto medioambiental, optimizando los medios como el uso hídrico, reduciendo el uso de químicos como pesticidas o herbicidas, mejorando la calidad de los suelos, desarrollando nuevas variedades de cultivos, fomentando la agricultura ecológica y biodinámica y la implantación de medidas de conservación de la biodiversidad en las parcelas.
– Consumir de manera más sostenible: optando por alimentos de temporada y de producción local, cadena corta de suministros que reduce la huella derivada de los transportes de larga distancia, o la reducción del desperdicio alimenticio.
En conclusión, el cambio climático representa una seria amenaza para la producción agrícola y, por ende, para la seguridad alimentaria mundial. Es imperativo tomar medidas efectivas para mitigar sus efectos y adaptar las prácticas agrícolas a las nuevas condiciones climáticas. La inversión en investigación y tecnología, así como la cooperación internacional, son fundamentales para enfrentar este desafío y garantizar la disponibilidad de alimentos suficientes y nutritivos para toda la población mundial. La conciencia y la acción colectiva son clave para asegurar un futuro sostenible en el que la agricultura y la alimentación sean resistentes al cambio climático.
