Mercedes García de Vinuesa, Directora Fundación Somos Naturaleza. | 08-08-2023
Se ha demostrado que existe un vínculo estrecho entre las desigualdades a nivel ambiental y social. Si no actuamos en ambos planos a la vez, no es viable pensar en ningún modelo de transición justa y sostenible.
Desde la esfera global vemos, por ejemplo, que los países ricos contaminan mucho más que los países pobres y se verán mucho menos afectados por las consecuencias. Este es el tipo de injusticia ligada a este fenómeno y que nos induce a pensar que la dimensión ecológica se presenta como la nueva frontera de las injusticias sociales. También hay que comprender que en cada país existen grandes y pequeños contaminadores, así como personas que se verán más afectadas por problemas ligados a la contaminación, a episodios climáticos extremos o a la exposición a residuos o sustancias peligrosas.
En la UE, el 10% de la población con mayor huella de carbono representa el 27% de todas las emisiones de los hogares de la UE, lo que es ligeramente superior a lo que aporta la mitad de la población con menor huella. Los mayores desplazamientos aéreos o las casas más grandes de los más ricos, son algunas de las razones. Un estudio sugiere que los hogares ricos tienen huellas de carbono que representan aproximadamente 10 veces más que las de un hogar medio.
Según datos del World Inequality Report, la parte de la riqueza mundial en manos del 10% más rico representa el 77% del total, en comparación con solo el 2% para el 50% más pobre. En Europa, la participación del 10% más rico es del 61% de la riqueza total, frente al 4% del 50% más pobre. Esta desigualdad, además, ha aumentado después de la crisis del 2008 y sigue creciendo.
El impacto del cambio climático no es igual para todos. Las personas en situaciones más vulnerables, que son quienes menos contribuyen al mismo, son las que más sufren sus peores consecuencias. Y esto es así porque éste no es un problema simplemente ambiental o ecológico. Es un problema de desigualdad global. Hablamos de la forma en que se consigue y se distribuye la energía, de cómo se producen los alimentos y como se calcula su precio. Hablamos de un sistema económico que se basa en la concentración en pocas manos de la riqueza y los recursos, mientras socializa los residuos y los impactos medioambientales.
En este sentido, la crisis ecológica plantea la cuestión fundamental no sólo de una distribución más o menos sostenible de los recursos naturales disponibles en la naturaleza, sino también, de las responsabilidades de los diferentes actores sociales implicados según su contribución al problema causado. La reducción de las desigualdades sociales y económicas es vital para afrontar con éxito esta lucha contra el cambio climático. Es necesario redistribuir la riqueza si queremos frenar el cambio climático.