Por Mercedes García de Vinuesa, Directora Fundación Somos Naturaleza
Ya de todos es conocido que el aumento de la concentración de emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera produce un calentamiento global y afecta al equilibrio climático. Y que es consecuencia de la huella de la humanidad, de nuestra especie invasora.
Nuestra época actual suele denominarse antropoceno para caracterizar la era geológica que data del inicio de los impactos humanos significativos en la geología y los ecosistemas de la Tierra.
Las emisiones humanas siguen creciendo exponencialmente año tras año. Así, mientras que entre 2014 y 2016 las emisiones antropogénicas de CO2 se mantuvieron lineales, en 2017 volvieron a crecer. El nivel de concentración atmosférica de CO2 alcanzó las 417 ppm en abril de 2022, un 150% más que los niveles preindustriales.
Tales niveles de concentración de gases de efecto invernadero no se han registrado en los
últimos 800.000 años.
Ya hace 15 años el IPCC nos avisó que para mantener el calentamiento global por debajo de 2°C, los países desarrollados deberían haber reducido sus niveles de emisión entre un 25% y un 40% respecto a 1990 para 2030 y entre un 80% y un 95% para 2050.
Las actividades humanas han provocado un calentamiento global de 1,1°C por encima de los niveles preindustriales.
Es muy probable que el calentamiento global alcance los 1,5ºC en 2040.
CAUSAS
¿Cuáles son las causas de tal crecimiento de emisiones? Nos preguntaremos.
Si desglosamos los gases de efecto invernadero, el 79% de las emisiones totales se debe al CO2, seguido por el metano que representa el 11%, el óxido nitroso y los gases fluorados.
Si desagregamos por sectores encontramos que el sector energético es responsable del 73,2% de todas las emisiones (uso de la energía en el sector industrial, en el transporte y en la construcción, en la agricultura y la pesca). El segundo sector más emisor es el de la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra, denominado AFOLU. Entre las principales fuentes de emisión se encuentran la ganadería y el estiércol, los suelos agrícolas, la quema de cultivos y la deforestación. Los otros dos principales sectores emisores son la industria (5,2%) y los residuos (3,2%).
En conclusión podríamos decir que el crecimiento de las emisiones de los gases de efecto invernadero y por ende, el cambio climático ha sido motivado principalmente por el crecimiento de la población, el uso de energía asociada procedente de fuentes de combustibles fósiles, la intensificación de las prácticas agrícolas, el aumento del uso de la tierra y la deforestación, la industrialización y nuestros hábitos de consumo.
Y el problema es que el 40% de las emisiones antropogénicas de CO2 han permanecido en la atmósfera. El resto ha sido eliminado de la atmósfera por los sumideros y almacenado en los depósitos naturales del ciclo del carbono. El océano ha absorbido alrededor del 30% del CO2 antropogénico emitido, causando una disminución del valor del pH de los océanos, haciendo que el agua sea más ácida, lo que a su vez disminuye la producción de conchas, lo que afecta a los ecosistemas marinos y a las cadenas alimentarias. Combinado con el aumento de la temperatura, que influye en el aumento de la temperatura del agua, la modificación del sistema oceánico afecta a su papel en la estabilidad del clima.
Cómo podemos ver en los ecosistemas todo está conectado con una armonía matemática, y una distorsión en cualquier eslabón de la cadena produce efectos devastadores.
ADVERTENCIAS
El PNUMA (el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente) repite en todos sus
informes, que cuanto más se posponga el momento de alcanzar el máximo de emisiones
globales, más se reduce el presupuesto restante para las emisiones futuras, haciendo
necesarias medidas drásticas de reducción de emisiones para no traspasar el umbral de
concentraciones atmosféricas máximas.
El último informe del PNUMA sobre la brecha de emisiones de 2021 analiza los actuales
compromisos y políticas nacionales para limitar el aumento de la temperatura, tal y como se
establece en el Acuerdo de París, y los considera inadecuados: llevarían a un aumento de la
temperatura de 2,7°C en comparación con los niveles preindustriales.
Para no sobrepasar un aumento de la temperatura de 1,5º, habría que alcanzar las emisiones netas cero en 2050.
El último informe especial del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) nos avisan cuál película de Spielberg que los cambios que ya se están produciendo en todo el planeta no tienen precedentes desde miles de años y que muchos ya son irreversibles: aumento del nivel del mar, el derretimiento de los hielos y los glaciares, la acidificación y la salificación de los océanos, la escasez de agua, la sequía y la desertificación, así como el aumento y la intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos.
IMPACTOS- ESCENARIOS FUTUROS
¿somos conscientes de las consecuencias de nuestros actos?
El IPCC ha elaborado una modelización del clima con siete trayectorias de emisiones diferentes, denominadas vías de concentración representativas o RCP. Cada trayectoria identifica el rango de aumento de temperatura entre 2010 y 2100 que tendría lugar según el nivel de concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
La primera RCP, denominada 1,9, es la trayectoria que contempla los niveles de reducción de emisiones que podrían limitar el calentamiento global en 2100 por debajo de 1,5 °C en comparación con los niveles de 1850, y es el único escenario que cumpliría plenamente el acuerdo de París. El último RCP, que representa el peor escenario, prevé un aumento de la temperatura superior a +4 °C.
El informe muestra que un aumento de 1,5° en la temperatura global aumentaría el número de olas de calor, con estaciones cálidas más largas y estaciones frías más cortas. Con un aumento de 2°, los calores extremos alcanzarían niveles muy críticos, lo que tendría un fuerte impacto en la salud y la agricultura.
El informe también muestra cómo cambiarán la humedad, los vientos, la nieve y el hielo, las
zonas costeras y los océanos. Por ejemplo, las lluvias intensas y las inundaciones, así como
las sequías, seguirán aumentando. La lluvia aumentará en las latitudes altas y se espera que
disminuya en las zonas subtropicales. También la subida del nivel del mar provocará inundaciones más frecuentes y de mayor magnitud en las zonas costeras, con fenómenos meteorológicos extremos relacionados con el nivel del mar que podrían producirse todos los años a finales de este siglo, cuando antes ocurrían cada 100 años. La capa de nieve y el deshielo y el permafrost se intensificarán, al igual que el calentamiento y la acidificación de los océanos. Entre las principales amenazas para nuestras ciudades: las olas de calor, las inundaciones y la subida del nivel del mar en las ciudades costeras.
Todo este conjunto de impactos graves y generalizados, muchos de ellos aún desconocidos y difíciles de medir, podrían desencadenar efectos en cascada y modificar drásticamente el mundo tal y como lo conocemos.
Estamos en un punto de no retorno ¿nos vamos a quedar impasibles o vamos a ponernos manos a la obra para exigir a nuestros gobiernos que tomen medidas, a nuestras empresas que sean coherentes y a nuestras familias que actúen de forma responsable?
JUNTOS Y JUNTAS PODEMOS LOGRARLO. La vida en la tierra está en juego.