Rainer Uphoff, experto en movilidad sostenible I 24/08/2023
Hace unas semanas un amigo austríaco me pidió consejo. Su mujer y él querían conocer “la España auténtica”, pero sin coche. Sin estrés. Recordando viejos tiempos de mochilero. Había visto que existen alojamientos rurales preciosos, con una gestión muy profesional. Me preguntó dónde podía encontrar información sobre el transporte público para poder llegar a los destinos elegidos. Lo había buscado, pero no lo había encontrado.
Cuando le respondí que “no hay” creía que me refería a que no existía, como en otros países, una app que permite informarse y comprar billetes para todos los trenes, autobuses y servicios a la demanda. Pero no. Directamente no existía transporte público a los pueblos que quería visitar. En todo caso un “taxi a la demanda” con un par de servicios semanales en horarios que no le servían.
Se resistía a creérselo. Con el mapa en mano, apuntaba a algunas estaciones de tren.
¬–– “¿De verdad no hay un autobús o una furgoneta a la demanda esperando al otro lado del andén para llevarme a los pueblos cercanos?, –– preguntaba.
Su sorpresa fue aún mayor cuando le expliqué la triste realidad española, diciendo que no sólo no existía un sistema de transporte coordinado entre ferrocarril y carretera, sino que directamente ni paraba ningún tren en Montilla ni existía transporte público para viajar por la comarca.
Aunque esta anécdota debería responder de sobra a la pregunta, por supuesto, retórica, del título, en las administraciones estatales y autonómicas y con cualquier partido en el poder, la respuesta a las demandas por ya no mejorar el transporte público rural (no se puede mejorar lo que ya no existe de manera utilizable) suele ser en todas partes: “no hay demanda, no hay dinero, no tiene sentido”.
En un país en el que la mentalidad centralista del estado nacional se ha transferido a la mentalidad de los funcionarios autonómicos, al menos en las Comunidades “megalodón” como Andalucía, todo lo que se sale de los grandes centros metropolitanos “no tiene sentido”.
En España existe, de hecho, una discriminación, tal vez hasta anticonstitucional, por lugar de residencia: sólo se subvenciona el transporte público metropolitano. La nueva y ahora atascada ley estatal hasta lo lleva en el nombre: “Ley de Movilidad Sostenible y de Financiación del Transporte Público metropolitano.” ¿Nadie pone el grito en el cielo? No. España es el país más polarizado y bronco en el espectáculo parlamentario poco edificante de la pelea entre partidos e ideologías, pero el más pasivo y manso a nivel del asociacionismo ciudadano. Y sin ciudadanía que exige a sus políticos, éstos no ven razones para dedicar esfuerzos y presupuestos a temas y regiones que no dan votos, según su mentalidad.
La realidad de la movilidad sin coche privado en la “España abandonada” (vaciada por algo…) es desoladora. Las líneas de autobús “de los pueblos” tienen cada vez menos servicios o desaparecen, un transporte a la demanda moderno y digitalizado brilla por su ausencia y las vías de tren se siguen cerrando (como la línea convencional Madrid-Cuenca-Valencia) cuando en otros países se están reactivando. En España se desmontó la línea de tren Huelva-Ayamonte “por falta de demanda” hace décadas mientras que, en Portugal, la línea Faro-Vila Real de San Antonio (justo al otro lado de Ayamonte, similar aunque más larga y con menos población) da un servicio excelente con 13 trenes diarios de ida y vuelta.
En España tenemos una gran oportunidad histórica por delante y dependerá de la capacidad de los municipios y la ciudadanía de exigir que se aproveche para evitar que se convierta en otra oportunidad perdida:
El 31 de diciembre de 2027 termina el actual contrato del Ministerio (MITMA) con Renfe para operar sus trenes regionales como “Obligaciones de Servicio Público”, con una subvención de más de mil millones de euros anuales. A partir de este momento, las Comunidades Autónomas pueden, por fin, asumir la gestión de estos trenes y organizarlos según sus necesidades reales.
Lo que convierte esta oportunidad en verdaderamente histórica es la coincidencia del colapso total del actual sistema concesional de autobuses que tampoco se va a arreglar con un nuevo “mapa concesional”. Con voluntad política se podría empezar a gestionar (actualmente sólo se administra) el transporte público con un modelo público-privado que dé también voz a municipios y asociaciones ciudadanas en el que ferrocarril y carretera se conviertan en un único sistema integral, con horarios coordinados y billetes únicos.
Eso cuesta dinero. Obviamente. Pero mucho más dinero cuesta no hacerlo. En las áreas metropolitanas se mueve tanta gente que hay que hacerlo mal para que no funcione el transporte público. En cambio, en las zonas no metropolitanas hay que hacerlo bien. Las empresas saben hacerlo. En otros países funciona. Las nuevas tecnologías digitales permiten crear sistemas de transporte a la demanda extraordinariamente eficaces. ¿Qué esperamos?
Mi amigo se jubila en el año 2035. Le he recomendado intentarlo de nuevo entonces. Tal vez, cuando España celebre su medio siglo en la EU, su transporte público no metropolitano finalmente habrá llegado al nivel europeo. Pero sólo si la ciudadanía, las asociaciones y los municipios se movilizan para conseguirlo. Sin eso, las “mentes centralistas” desde sus despachos metropolitanos seguirán “a lo suyo”.
Rainer Uphoff, nacido en Kiel, Alemania, y vive con su mujer granadina y 4 hijos en Beas de Granada. Es teólogo, periodista y máster en gestión del transporte público. Fue directivo de varias líneas aéreas y es ahora fundador y CEO de la empresa de “nueva movilidad” mufmi.com, Premio Nacional de Movilidad 2021, y presidente de la Alianza por la Movilidad Sostenible y la Innovación Rural, amsir.org.
Recientemente, ha sido elegido coordinador general de la iniciativa europea para “reinventar el ferrocarril rural”, rurail-REAKT y está implementando en España el innovador sistema de “autopistas ferroviarias sin necesidad de grúas” de helrom.com.
Es un apasionado del mundo rural y de la movilidad sin coche y sueña con y trabaja para que en algún momento en España ambas realidades no sean contradictorias.
Es autor de la novela “Desaguadero”.
