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🌍 29 de septiembre: Día internacional del desperdicio alimentario, el reto de no tirar lo que alimenta

Cada día, en el mundo se tiran mil millones de comidas, mientras millones de personas pasan hambre. Así lo recuerda el último informe de la ONU (2024), que alerta: el 19% de los alimentos disponibles acaba en la basura.

La mayor parte del desperdicio se produce en nuestros hogares (60%), seguido de restaurantes y comercios.

🌍 La Huella climática del desperdicio alimentario

Según la ONU, las pérdidas y el desperdicio alimentario generan entre 8% y 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI).

Si el desperdicio fuera un país, sería el tercer emisor mundial, solo por detrás de China y Estados Unidos

Cuando tiramos comida, no solo desperdiciamos el alimento en sí, sino todos los recursos usados para producirlo: agua, fertilizantes, energía (maquinaria agrícola, transporte, procesado y refrigeración), envases (plástico, papel..) y todo lo asociado para gestionarlo en vertederos o plantas de tratamiento de residuos.

desperdicio alimentario

🚫 Los principales errores

  • Comprar más de lo que necesitamos.
  • Confundir las fechas de consumo preferente y caducidad.
  • No planificar menús ni revisar la despensa.
  • Tirar restos que aún pueden aprovecharse.

🌱 Las soluciones están en nuestras manos

  • Planificar: hacer lista de la compra, y solo comprar lo necesario.
  • Aprender: leer bien las etiquetas y ordenar frigorífico por caducidades
  • Conservar bien los alimentos: nevera a 4 °C, congelar porciones, usar recipientes herméticos.
  • Aprovechar :recetas creativas con sobras o excedentes.
  • Compostar lo inevitable: dar nueva vida a los restos orgánicos elaborando compost

💡 ¿Y a nivel colectivo?

Las políticas más efectivas combinan cambios en la ley de etiquetado e incentivos a la donación de alimentos, así como la Compra Pública Responsable.

Porque menos desperdicio significa más justicia alimentaria, más ahorro y un planeta más habitable

En resumen, el desperdicio alimentario no solo es un problema ético y económico: es un motor silencioso de contaminación y crisis climática. Reducirlo significa ahorrar emisiones, proteger el agua y los suelos, y frenar la pérdida de biodiversidad.

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